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Biblioteca catolica

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martes, 6 de noviembre de 2012

Beata Ana Catalina Emmerick y su Ángel Custodio

P. Ángel Peña, O.A.R.


Ana Catalina tenía una gran amistad y una confianza plena con su ángel, a quien veía desde su más tierna infancia. Siendo todavía una niña, cuando sus padres se retiraban a descansar, se levantaba de su lecho y oraba con su ángel de la guarda por espacio de dos o tres horas, y, muchas veces, hasta el amanecer. Su ángel era su guía y compañero. Y ella era como un niño dócil y silencioso en manos de su ángel. 

   Mientras ella no tuvo la dirección espiritual de los sacerdotes de la Iglesia, el ángel era su único guía, cuyas indicaciones regulaban su vida. Pero cuando comenzó a recibir los santos sacramentos y a someterse al juicio del confesor, mostró a éste la misma sumisión y el mismo respeto que antes había mostrado a su ángel.

 Nunca entró en la casa de Dios sin ser acompañada por su ángel custodio, en quien tenía el modelo de cómo debía comportarse en adoración ante Jesús Sacramentado.

   Catalina le había pedido a Dios que la preservara de todo pecado y que le diese a conocer y cumplir siempre su Santa Voluntad. Dios escuchó su oración. La hizo acompañar paso a paso para protegerla e iluminarla por su ángel en su largo viaje de una vida de trabajos, combates y sufrimientos. Él le enseñó cómo afrontar los peligros, soportar los sufrimientos y luchar en los combates. También el ángel le mostraba por adelantado en visiones o símbolos... sus sufrimientos próximos o lejanos, a fin de que pidiera fuerzas para soportarlos.

Aportación del bloguero Laico de Valencia

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