Thomas Keating
La espiritualidad y la teología cristianas no pueden separarse. Dios las ha unido con un lazo indisoluble. La liturgia compendia y manifiesta esta unificación vital. Está diseñada, ante todo, para transmitir “la mente de Cristo”, la conciencia en que Jesús manifestó la Suprema Realidad llamándola “Abba”, el Dios de compasión infinita. Cuando las personas que participan en la liturgia están en una disposición de ánimo adecuada porque se han preparado debidamente y porque la entienden perfectamente, Dios les transmite esta experiencia con una intensidad que va continuamente en aumento.
De cualquier forma que se transmita, el Misterio de Cristo siempre se reconoce como un regalo de gracia santificante. En nuestra participación en él, la gracia de Dios es la presencia y la acción de Cristo, no sólo en los sacramentos de la Iglesia y en la oración, sino también en la vida cotidiana.
La oración contemplativa es la preparación ideal para la liturgia. A su vez, la liturgia, cuando se celebra en forma debida, fomenta la oración contemplativa. Unidas impulsan el proceso continuo de la conversión a la cual nos llaman los Evangelios. Despiertan en nosotros la certeza de que nosotros mismos, como miembros del Cuerpo de Cristo, somos la línea de donde parte la Nueva Creación iniciada por la resurrección y ascensión de Cristo.
Fuente: www.lanubedelnosaber.com
Aportación del bloguero Siervo de Jesús
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